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Unidad en el matrimonio


Ciertamente, un matrimonio honorable, feliz y próspero es la meta principal de toda persona normal.
El matrimonio es quizás la más vital de todas las decisiones, la que causa efectos de más alcance, ya que tiene que ver no solamente con la felicidad inmediata, sino también con el gozo eterno. Afecta no solamente a los cónyuges sino también a su familia, y particularmente
a sus hijos y a los hijos de éstos a través de las muchas generaciones.

Cuando se elige a un compañero para esta vida y para la eternidad, se debe efectuar la más cuidadosa preparación, meditación, oración y ayuno para asegurarse de que, de todas las decisiones que se tomen, ésta sea la más acertada. En un verdadero matrimonio debe existir una unión de mentes así como de corazones. Las decisiones no se deben tomar
basándose totalmente en las emociones, sino que la mente y el corazón, fortalecidos por el ayuno, la oración y el haberlo considerado detenidamente, le dará a uno la máxima posibilidad de obtener felicidad en el matrimonio. Éste trae consigo la necesidad de sacrificarse y de compartir, y exige gran desinterés.

Luego de la ceremonia, uno empieza a descubrir muy pronto que el cónyuge tiene debilidades que antes no le había notado. Las virtudes que constantemente eran magnificadas durante el cortejo parecen hacerse más pequeñas, mientras que las debilidades que antes parecían tan pequeñas e insignificantes, alcanzan proporciones considerables. Es entonces el momento de tratar de comprenderse, de hacer una autoevaluación y de desarrollar el sentido común, el razonamiento y el planeamiento. Los hábitos de años ahora muestran la cara; puede que el cónyuge sea tacaño o despilfarrador, perezoso o trabajador, devoto o irreligioso; puede que sea bondadoso y tenga una actitud de cooperación o que tenga mal genio y se enoje fácilmente, que sea exigente o dadivoso, egoísta o modesto. El problema de los parientes políticos se ve más claramente, y la relación que el cónyuge tiene con ellos se amplifica
nuevamente. 

El concepto de las “almas gemelas” es una ilusión y un concepto ficticio; y aunque la mayoría de nuestros jóvenes tratan con toda diligencia y devoción de encontrar una persona con la cual la vida pueda ser más compatible y hermosa, también es cierto que casi cualquier buen
hombre y mujer podría tener felicidad y éxito en el matrimonio si estuvieran dispuestos a pagar el precio.

La fórmula es sencilla; los ingredientes son pocos,
aunque hay muchas amplificaciones de cada uno
.
Primero, debe existir una actitud adecuada hacia el matrimonio, que contemple la selección de un cónyuge que llegue lo más cerca posible al pináculo de la perfección en todos los aspectos que tengan importancia para las personas. Y entonces esas personas deben llegar al altar del templo con el conocimiento de que tienen que trabajar arduamente para lograr éxito en su vida juntos.

Segundo, debe abundar la generosidad, olvidándose de sí mismo y dirigiendo toda la vida familiar y todo le atañe a ella para el bienestar familiar, dejando a un lado los deseos egoístas.

Tercero, el cortejo y las expresiones de afecto, amabilidad y consideración deben continuar, a fin de que el amor se mantenga vivo y crezca.

Cuarto, se deben vivir plenamente los mandamientos del Señor, tal como se encuentran definidos en el Evangelio de Jesucristo. Mezclando estos ingredientes en forma adecuada
y manteniéndolos en función, es casi imposible que surja la desdicha, que continúen los malos entendidos o que existan desavenencias. Los abogados que se ocupan de los divorcios tendrían que ejercer su profesión en otro campo y los tribunales que se ocupan de los
divorcios estarían cerrados con candado. 
Dos personas que estén considerando ir al altar matrimonial deben darse cuenta de que para lograr el matrimonio feliz que esperan tener, deben saber que la ceremonia del casamiento en sí no resuelve todos los problemas, sino que significa sacrificarse, compartir y aun renunciar a ciertas libertades personales; significa una larga y ardua frugalidad; significa hijos que traen
consigo cargas económicas, de servicio, de cuidado y preocupación; pero también significa la más profunda y dulce de todas las emociones.

(Matrimonio y relaciones familiares, guía de estudio)

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