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"Dos pasos que pueden seguir para tener un matrimonio más feliz"

 (extracto del discurso de Elder Russell M. Nelson, Nutrir el Matrimonio)

"...El matrimonio proporciona mayores posibilidades de obtener la felicidad que cualquier otro tipo de relación humana; aun así, algunos matrimonios no desarrollan plenamente el potencial que tienen. Por el contrario, permiten que su romance se eche a perder, dejan de valorarse el uno al otro y permiten que otros intereses o que los nubarrones del abandono oscurezcan la visión de lo que su matrimonio podría llegar a ser en realidad. Los matrimonios serían más felices si se nutrieran con mayor esmero.
  Para aquellos que ahora están casados o lo estarán, permítanme sugerirles dos pasos que pueden seguir para tener un matrimonio más feliz.
1. La base doctrinal
El primer paso consiste en comprender la base doctrinal del matrimonio. El Señor declaró que el matrimonio es la unión legal entre un hombre y una mujer: “…el matrimonio lo decretó Dios para el hombre.

“Por tanto, es lícito que tenga una esposa, y los dos serán una sola carne, y todo esto para que la tierra cumpla el objeto de su creación”.

Las tendencias del mundo de definir el matrimonio de otra manera, contribuirán lamentablemente a destruir la institución del matrimonio. Tales designios son contrarios al plan de Dios.

Fue Él quien dijo: “…por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”.

En las Escrituras se nos reitera que: “…en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer [es] sin el varón”.

El matrimonio es la base del orden social, la fuente de la virtud y el cimiento de la exaltación eterna. Dios ha definido el matrimonio como un convenio eterno y sempiterno. El matrimonio es santificado cuando se valora y se honra en santidad. No se trata solamente de una unión entre marido y mujer, incluye una asociación con Dios. Tanto el esposo como la esposa “…tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro”. Los hijos que nazcan de esa unión matrimonial son: “herencia de Jehová”. El matrimonio no es sino el retoño de la vida familiar; la paternidad es la flor. Y ese ramo de flores es aun más bello cuando se lo adorna con nietos. Las familias pueden ser eternas como el mismo reino de Dios.

El matrimonio es a la vez un mandamiento y un principio de exaltación del Evangelio. Debido a que es ordenado por Dios, las expresiones físicas e íntimas de un amor matrimonial son sagradas; sin embargo, en demasiadas ocasiones esos dones divinos se profanan. Si un matrimonio permite que un lenguaje soez y la pornografía corrompan sus relaciones íntimas, ofenden a su Creador al mismo tiempo que degradan sus propios dones divinos. La verdadera felicidad se basa en la pureza individual. En las Escrituras se nos manda: “Sed limpios”. El matrimonio siempre debería un convenio que eleve tanto al esposo como a la esposa hacia la exaltación en la gloria celestial.

El Señor dispuso que el matrimonio continuara más allá de la muerte física. Su plan ofrece continuidad eterna de la familia en el reino de Dios. Su plan proporciona templos y oportunidades de oficiar en ellos tanto por los muertos como por los vivos. Un matrimonio sellado en el templo introduce al esposo y a la esposa a ese gran orden de unidad tan necesario para la perfección de la obra de Dios.

Las doctrinas pertinentes al matrimonio incluyen el albedrío individual y la responsabilidad. Todos nosotros somos responsables de nuestras decisiones. Los matrimonios bendecidos con hijos son responsables ante Dios por el cuidado que den a sus hijos.

Al reunirme con líderes del sacerdocio, con frecuencia les pregunto por las prioridades que conceden a sus diversas responsabilidades. Por lo general, mencionan sus importantes deberes eclesiásticos a los que se les ha llamado, pero muy pocos recuerdan sus responsabilidades en el hogar; pero el propósito de los oficios del sacerdocio, las llaves, los llamamientos y los quórumes no es otro que el de exaltar a las familias. La autoridad del sacerdocio se ha restaurado con el fin de sellar a las familias por la eternidad. En consecuencia, hermanos, su principal deber del sacerdocio es nutrir su matrimonio: cuidar, respetar, honrar y amar a su esposa. Sean una bendición para ella y para sus hijos.

2. Cómo fortalecer el matrimonio
Con estas bases doctrinales en mente, consideremos el segundo paso: las acciones concretas que fortalecen al matrimonio. Permítanme compartir como ejemplo algunas sugerencias e invitar a cada matrimonio a meditarlas y a adaptarlas a sus circunstancias individuales, según sea necesario.

Mis sugerencias utilizan tres verbos de acción: apreciar, comunicar y contemplar.

El apreciarse: Decir “te amo” y “gracias” no es difícil, pero esas expresiones de amor y de agradecimiento van más allá del simple hecho de reconocer un pensamiento y un acto buenos; son señales de buenos modales. Si el compañero agradecido busca lo bueno en su cónyuge y ambos se dicen cumplidos en forma sincera, el esposo y la esposa se esforzarán por llegar a ser el tipo de persona que se describe con esos cumplidos.

Sugerencia número dos: El comunicarse bien con el cónyuge también es importante. La buena comunicación implica dedicar tiempo a la planificación conjunta. Los matrimonios tienen que pasar tiempo a solas para hablar y escucharse de verdad el uno al otro. Tienen que cooperar y ayudarse como compañeros iguales. Precisan nutrir con amor su intimidad espiritual y física. Deben procurar elevarse y motivarse mutuamente. La unidad matrimonial se mantiene cuando ambos entienden las metas. La buena comunicación mejora con la oración. El orar y mencionar específicamente una buena acción (o necesidad) del cónyuge nutre el matrimonio.

Mi tercera sugerencia es el contemplar. Esta palabra tiene un significado profundo ya que sus raíces latinas son con, que significa “con” y templum, que significa “espacio o lugar para meditar”. Esta palabra es la raíz de la palabra templo. Si el matrimonio contempla con frecuencia— los dos juntos en el templo —los convenios sagrados se recordarán y se cumplirán mejor. La frecuente participación en el servicio del templo, junto con el estudio constante de las Escrituras en familia, nutre el matrimonio y fortalece la fe en la familia. La contemplación permite que uno prevea y esté en armonía (o esté a tono) mutuamente y con el Señor. La contemplación nutrirá al matrimonio y al reino de Dios. El Maestro dijo: “Por tanto, no busquéis las cosas de este mundo, mas buscad primeramente edificar el reino de Dios, y establecer su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Invito a todo compañero conyugal a analizar estas sugerencias y a después fijar metas concretas para nutrir su propia relación. Comiencen con un deseo sincero. Averigüen qué cosas precisan hacer para bendecir su unidad y su propósito espirituales. Ante todo, ¡no sean egoístas! Cultiven un espíritu de desinterés y de generosidad. Juntos, celebren y honren cada día como si fuese un don preciado del cielo.


El presidente Harold B. Lee dijo: “La obra más importante del Señor que ustedes o yo efectuemos será dentro de las paredes de nuestro propio hogar”; y el presidente David O. McKay declaró: “Ningún otro éxito puede compensar el fracaso en el hogar”.

Para leer el discurso completo click aqui

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